Se trata del primer paso de un proyecto que impulsan los gobernadores.
El martes, Miguel Pichetto y Sergio Massa definieron los términos del acercamiento del Frente Renovador al dispositivo que articula a la mayoría de los gobernadores peronistas con los bloques de diputados y senadores que se alejaron -juran que definitivamente- del liderazgo, la succión y la sumisión que aún en declive sigue emanando Cristina Kirchner.
De esa reunión a solas surgió que seis diputados nacionales del massismo, encabezados por Graciela Camaño, más cuatro legisladores provinciales y tres intendentes estarán el viernes en Gualeguaychú, cuando este grupo en desarrollo haga su primera presentación pública.
El encuentro estará encabezado por Pichetto, aunque tendrá un perfil más bajo que el bajo perfil que habían programado originalmente sus mentores, porque no habrá gobernadores, ni siquiera el dueño de casa entrerriano, Gustavo Bordet.
Cuando empezó a armarse esta iniciativa se especulaba con que el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey y el propio Massa pusiesen el cuerpo en la actividad inaugural. Pero pronto se evaluó que iba a parecerse demasiado al lanzamiento de candidaturas, de orden nacional y provincial, y eso esexactamente lo contrario del plan trazado.
La idea de esta gente es armar de a poco, sin estridencias -ni contra Cristina, ni contra Macri- y yendo por el camino más largo pero quizás más seguro, un entramado de peronistas con capital político propio, capaces de generar un polo de poder consistente y renovado, que pueda presentar una alternativa seria a Cambiemos.
En las últimas semanas, señales internas parecieron empujar la candidatura de Urtubey, que nunca reniega ni en público ni en privado de su ambición presidencial.
Gestos y declaraciones de dos gobernadores, el sanjuanino Sergio Uñac y la fueguina Rosana Bertone, fueron en esa dirección. El que salió a cortar la bola que había empezado a rodar fue el cordobés Juan Schiaretti, el más influyente de los mandatarios peronistas, quien recomendó no apresurar candidaturas yprivilegiar la construcción política, que es lo que debería organizar este tiempo.
Urtubey y Bertone, juntos en marzo. (Luis Cornu)
El propósito es que hacia finales de año se vayan decantando las posibles candidaturas para 2019.
Habrá que ver qué grado de disciplina consiguen establecer. Los amigos de Urtubey dicen que el salteño va a esperar a que termine el Mundial de fútbol, a fines de julio. No más que eso.
Pero este es apenas uno de los emprendimientos en cocción dentro del peronismo.
También están los ultrakirchneristas que se reivindican como tales, puros y duros, inevitablemente minoritarios, con La Cámpora como emblema y con los sindicatos kirchneristas de la CTA como fuerza de choque contra Macri y Vidal.
Ahora les apareció Hugo Moyano como aliado, aunque no se sabe cuánto pueda durar este romance inesperado crecido a la sombra de los apremios judiciales del jefe camionero.
Como variante de esa estrategia ultra K aparecen cristinistas que se colocan en un plano más moderado y con inteligencia buscan atraer antiguos kirchneristas -ligeramente decepcionados y profundamente desorientados- con los que pueden embozar su deseo urgente de terminar con Macri a como dé lugar. Por cierto, no les estaría yendo bien en ese propósito.
También hay que contar a los intendentes bonaerenses que, encabezados por Gustavo Menéndez y Fernando Gray, tomaron el mando en el PJ provincial.
Son, o así lo creen, un universo en sí mismos. Están decididos a jugar un papel como polo de poder en el peronismo, pero a la vez se los nota necesitados de encontrar cobijo en alguna referencia nacional, por lo que se anotan en todo encuentro peronista que se organice.
Así Menéndez estuvo en San Luis en el acto ultra K de marzo y estará el viernes con Pichetto en Gualeguaychú. El riesgo que corren es disolver una identidad que todavía no tienen construida.
Todo transita una zona de precariedad evidente para el peronismo. Se conjugan para eso cuatro elementos corrosivos:
1) la dolorosa serie de derrotas electorales a manos de Macri, Vidal y compañía;
2) los indicios crecientes de consolidación política y económica del Gobierno;
3) el dilema atroz del peronismo que no sabe qué hacer con Cristina ni sabe qué hacer sin ella;
4) la pérdida de confiabilidad social, resultado del tobogán imparable de ineficiencia, pobreza y corrupción que tiñó sobre todo el segundo mandato de la ex presidente.
Esto, sin olvidar el brutal abanico pragmático que pasó de poner a Bunge & Born en el gobierno con Menem, a dejar la economía en manos de Axel Kicillof con Cristina; cuestiones ambas que los peronistas de corte clásico -independientemente de su edad y trayectoria- ahora recuerdan con ferocidad.
“La organización nos desorganiza”, dice sin afán jocoso un senador peronista ducho en el oficio de la política.
Es más bien una reflexión amarga, que bordea la desolación. Se refiere al efecto de dispersión -paradójico, indeseado- que provoca cada uno los intentos de restaurar una unidad que hoy parece imposible, más allá de la consigna repetida como un mantra que no funciona. Y no lo dice desde afuera: el tipo tiene los dos pies metidos dentro del armado político que comanda Pichetto.
De todos modos, así como el agrupamiento de los que gobiernan y tienen territorio va tomando espesor en la interna peronista, otro polo con entidad propia es la autodenominada Mesa de Unidad, que es donde el cristinismo se integra hábilmente con peronistas de pasado kirchnerista.
Debutaron con un acto acotado pero prometedor a comienzos de febrero, facilitado por la logística que aportó Víctor Santa María, titular del PJ porteño y jefe del gremios de encargados de edificios, que también atraviesa su calvario judicial.
Acto del peronismo kirchnerista, en San Luis.
Es esa mesa de intención unitaria se alinearon originalmente Agustín Rossi y Daniel Filmus, representantes de Cristina; Alberto Fernández y Chino Navarro, del grupo ya disgregado que acompañó en la fallida aventura electoral pasada a Florencio Randazzo, y Felipe Solá y Carlos Arroyo, que llegaron desde el Frente Renovador, aunque desde el principio quedó claro que no representaban totalmente a esa corriente ni a su líder, Sergio Massa.
Este sector tiene programada una segunda actividad pública para el lunes próximo en Catamarca. Acudirán sectores del peronismo local y lo bautizaron “Encuentro por la Unidad”.
Anuncian la presencia estelar de la gobernadora Lucía Corpacci. La catamarqueña fue la única mandataria que acudió a la reciente convocatoria del Consejo Nacional del PJ, cáscara formal que encabeza José Luis Gioja y es funcional a los planes del cristinismo.
Para esta gente hay una mala noticia. El diputado Arroyo, del Frente Renovador, no va a concurrir. En cambio, estará junto a sus compañeros de bloque en la cita de Gualeguaychú con Pichetto. Es parte del acuerdo con Massa.
Este miércoles a la noche también se ponía en duda la asistencia de Solá a Catamarca, con lo cual a la Mesa de Unidad filocristinista se le estaría quebrando una de sus tres patas.
Felipe Solá.
Además de las razones políticas, que para Felipe Solá siempre están por delante de todo, sus compañeros dicen que el recrudecimiento de viejas inquinas con Alberto Fernández lo ayudarían a ponerse más cerca del peronismo que gobierna y alejarse del que sólo puede protestar.
Son esas pequeñas delicias que el peronismo sigue ofreciendo con generosidad.