El kirchnerismo ve asomar los primeros nubarrones judiciales

18.05.2014 | Fallos adversos en los casos Chevron, Irán y Ciccone marcan una tendencia que preocupa a la Casa Rosada. Los obispos denuncian el "cáncer de la corrupción". El problema son las causas abiertas.

Por Sergio Crivelli
La presidenta Cristina Fernández juega simultáneas en tres tableros que se complican: el económico, el de la sucesión política y el judicial. En ninguno las perspectivas son prometedoras, pero en el último la pérdida de poder parece más a la vista y la posibilidad de un traspié, más evidente.

Tan evidente que el presidente del bloque de senadores kirchneristas, Miguel Pichetto, denunció hace 48 horas que "estamos entrando en el gobierno de los jueces", fantasma que acecha en sistemas de baja institucionalidad a los presidentes que no tienen reelección.

En los países con democracias consolidadas los últimos dos años de mandato sin reelección son, en cambio, denominados del "pato rengo". El presidente pierde la iniciativa y el poder lentamente se traslada a sus potenciales sucesores. En el nuestro, la pérdida de poder tiene efectos distintos. Los jueces, liberados de presiones, pueden actuar con independencia creciente.

En jerga kirchnerista podría decirse que las "corporaciones" están dando un paso al frente. Las relaciones con la Iglesia, que se creían normalizadas después de las dos peregrinaciones de la Presidenta a Roma para fotografiarse con el Papa, no son ni lejanamente buenas. Los obispos firmaron un duro documento sobre la inseguridad y la violencia que, entre otras cosas, denunció también el "cáncer de la corrupción".

Hubo con posterioridad la consabida foto de la Presidenta con algunos de ellos, pero el impacto político ya se había producido. Los representantes de la Iglesia aclararon que la corrupción era tanto pública como privada pero en los tribunales de Comodoro Py las denuncias son contra funcionarios.

El problema principal del Gobierno es que esas causas no están cerradas y no parece probable que lo estén antes de que la Presidenta y sus colaboradores abandonen la Casa Rosada. A partir de ese momento su suerte resulta incierta.

Los problemas del frente judicial tampoco pueden ser desvinculados completamente de los problemas con la Iglesia que tardíamente trató de atenuar la jefa del Estado, llevándole un mate al Sumo Pontífice.

Es tan conocida la influencia eclesiástica sobre parte de la "familia judicial" como la vulnerabilidad de un gobierno con vinculaciones empresariales como las de Lázaro Báez y Cristóbal López. La obra pública, el juego, los multimillonarios subsidios sin control al transporte y la energía constituyen algunas de las actividades que podrán ser investigadas apenas se debilite la vigilancia ‘K’ sobre los tribunales. El mal trato a los jueces no adictos, así como el fallido intento de reforma judicial y el activismo de Justicia Legítima son el combustible que en el futuro mantendrá en funcionamiento la maquinaria tribunalicia para que ponga la lupa sobre este gobierno.

En el tablero económico, entretanto, la partida parece un poco más aliviada por el momento-. El freno a la fuga de divisas, la devaluación y la política monetaria restrictiva dieron el resultado esperado. El dólar se estabilizó y las reservas dejaron de caer, pero no pudo evitarse el efecto lógico de una brusca baja de nivel de actividad.

Ya los sindicalistas comenzaron a movilizarse por las suspensiones y el clima social se enrarece, pero el ajuste no puede ser detenido. La estabilidad macroeconómica del último año de la Presidenta está en juego.

En este marco de malas noticias diarias -justicia que amaga con investigar al poder, funcionarios comprometidos y economía que entró en una fase recesiva- el oficialismo tendrá que dirimir candidaturas para el año próximo. La Presidenta no puede equivocarse, porque de eso depende tanto la continuidad del llamado "proyecto" como la eventual protección política que la cubrirá a ella y a sus colaboradores.

En los últimos días se multiplicaron las versiones sobre reacomodamientos tanto en el kirchnerismo como en la oposición que se materializarán después del campeonato mundial de fútbol. Una de las candidaturas clave es la de vicepresidente, que la actual jefa del Estado quiere reservar para uno de sus hombres.

El peronismo, entretanto, quiere que el gobernador José Luis Gioja acompañe como vice a su par Daniel Scioli. De esa pulseada saldrá el candidato oficialista. Si a Scioli le imponen un candidato ‘K’ sus chances de éxito disminuirán y Sergio Massa verá despejado su camino. Forzar ese escenario sería un error que el peronismo puede pagar con la derrota.

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